Inicio este escrito más como una disertación, llena de puntos suspensivos, que como una opinión. Porque la verdad es que no he terminado de leer el segundo libro del año…
¿La razón?, su exigencia en mí de ser acompañado por un opuesto. Una pareja que me haga ver otro ángulo y me nutra de notas románticas (casi empalagosas) o de aventuras en mundos fantásticos.
Porque este 2.º libro, aunque me va gustando, tiene cierto tono “cínico”. Incluso en ocasiones llega a ser algo “heater” (al menos por donde voy) y esto, me sobrecarga por ratos.
Dicho desde otras palabras… pues, en los momentos en donde la cínica soy yo y en mi realidad (soy yo) la de algunos de estos pensamientos, no me apetece subirme a unas páginas donde se maneje el mismo lenguaje.
Por el contrario, necesito escaparme en un cuento paralelo que me dé vida y voz a un no buscado alter-ego. Sí, algo bipolar mi estado actual de lectura.
Pero, ¿de eso no trata? Leer porque te gusta lo que estás leyendo, no porque tienes que… no hay challenge que valga contra esto.
No te creas, esta búsqueda ha costado un poco más que solo deslizar a la derecha. Aunque ha habido coqueteo con un par de libros, terminan sin inspirarme una segunda cita.
Claro que, lejos de rendirme, me permití hoy un encuentro algo más tradicional. He tenido una cita a ciegas con la biblioteca y el match ha sucedido.
Pero para mi sorpresa no trata de aventuras, ni de romance; al menos no, del modo tradicional. No sé si fue su lomo viejo, sus páginas con memoria o sus intrigantes primeros capítulos, pero simplemente me atrapo.
Quizás fue mi necesidad de pasar páginas en vez de pantallas, quizás fue la tentación del contacto directo… quizás sí, necesitaba vivir la aventura y el romance (no leerla). Perderme entre las hojas, re-enamorarme de la lectura en físico.
“Entre gustos, los colores”
Me traigo esta frase, mientras me sonrío por las líneas que escribí arriba. Porque lo pienso un momento y no sé si el libro acepta tanta “romantización”.
Pero bueno, digamos que entre locos nos entendemos y si algo tengo claro de este espacio, es que no busco defender mi postura, ni elección.
Ok, sí… más de 300 palabras, un uso exagerado de puntos suspensivos y al final sigo girando sin dirección. Pero que te digo, advertí que esto iba más de disertación y vaciado, que sobre algo de valor.
Sin embargo, hay otros dos puntitos que quiero tocar en estas líneas y han hecho espacio entre mis pensamientos a la par de mi elección de lectura. Vamos a ello antes de que se enfríe el café…
¿Casio o Rolex?
No, no vengo a entrar en polémica y mucho menos ser un “post” más (2 semanas más tarde), buscando engancharse a la ola para obtener más visualizaciones. No y lo debes saber, si ya leíste acerca de mi primera lectura del año.
Donde deje clara mi afinidad por la “escala de grises”, porque no todo es blanco y negro. A lo que le sumo mi siguiente reflexión, una que he transportado a diferentes aspectos de mi vida más de una vez.
Pasa en las historias, los libros, las relaciones, los escándalos… pasa en la vida, así sin más.
Es por eso que, caer en polémicas, me hace sentir tan descompuesta como alguien diciéndome que la única verdad que existe es su verdad. Y que, por tanto, se siente con el derecho de juzgar la mía, como si estuviese en mis zapatos y fuese dueña de mi relato.
¿Lo ves?, ¿a dónde quiero llegar?
¡Aclaro!
Lo único que debería resultar tajante como planteamiento universal es que nuestros derechos llegan hasta donde comienzan los derechos del otro. Es decir, para mí, nadie tiene derecho de hacer daño a nadie. Incluso si ese daño es solo una respuesta o acto de venganza.
Y si, ya sé lo que debes estar pensando… pero no, no va por ahí. No quiere decir que una persona que termina atacando a su agresor para defenderse, no debería hacerlo.
Ni significa que una persona a la cual le hicieron daño y rompieron en pedazos (sentimental, espiritual o físicamente), no sienta deseos de venganza e incluso no se sienta con el derecho de hacer daño a quien se lo hizo primero.
Pero a ver, mi gente, que lo lleguemos a hacer bajo las razones que sean, sea justificado o no a nuestro juicio. No nos desprende de nuestro rol y responsabilidad en este intercambio de acciones y daño.
Y no, no busco romantizar nada, ni decir que entonces Shakira no debió hacer lo que hizo, o que Pique se lo merecía porque él fue quien engaño. Porque no me siento nadie para usar con tal ligereza palabras sobre una vida que no es mía.
Solo busco decir que… no hay verdad universal en esto. No es blanco o negro.
Como en todo lo que pasa, hay una infinita gama de matices que solo conocen los involucrados. Incluso, son solo ellos los que recibirán las consecuencias de sus actos y solo ellos tendrán que lidiar o habrán lidiado con sus noches de llanto. Sus heridas, su culpa, su responsabilidad en el resultado (sea cual sea el grado).
Su forma de hacer catarsis, su nueva dinámica y si, su forma de vivir el duelo, soltarlo y avanzar.
Entonces pienso yo (en esta opinión no solicitada por nadie), ¿qué tal sí?, ¿nos permitimos poner puntos suspensivos antes y después de las acciones de otros?
Puntos suspensivos:
Signo de puntuación que se emplea para indicar que el sentido de la oración no queda completo; también se utiliza para marcar omisiones en un texto que no se copia íntegramente.
Sí, allí mi referencia a mi uso excesivo de puntos suspensivos en este escrito. Con la única intención de demostrarte que por más explicaciones que se den, nunca veremos el panorama completo, no solo de los involucrados, sino incluso de quien defiende, aprueba y opina a la par dé.
Porque cada uno de nosotros lo va a hacer desde sus zapatos, desde su historia y lo que tiene o no definido (por costumbres, patrones, cultura) en la cabeza como “verdad”.
Pero más allá de crear un movimiento vomitivo con relación a producciones como esta, ¿por qué no nos permitimos la conversa?.
Entendiendo que hay un mensaje claro, tú tienes todo el derecho de tener tu opinión y hasta de expresarla, pero yo también. Y el único deber que tenemos al respecto es el de no agredirnos en el proceso.
Porque al final, ni tú, ni yo, somos causantes, ni consecuencias de las polémicas de otros. Ni tampoco somos dueños de una única verdad.
Ni somos perfectos y mucho menos tenemos una fórmula “correcta” para convertir heridas en aprendizajes.
Que lance la primera piedra… el artista (en todos los ramos, música, letras, pintura, arte) no haya inspirado una obra en el dolor, el engaño, la desesperación, tristeza, ira.
Que lance la primera piedra quien no haya sido musa de algún sentimiento negativo, dolor o daño (consiente o inconsciente de alguien)…
Que lance la primera piedra quien como persona (HUMANA) no haya sentido necesidad de gritar, decir, incluso hasta herir, a quien le causo tanto daño.
Dejémonos de hipocresía y permitámonos los espacios para conversar. Lloremos si tenemos que llorar y facturemos, si estamos listos para hacerlo.
No hay verdad absoluta, ni fórmula y esto no va de jugar a una lucha de poder… porque en la guerra, no hay ganadores.
“El poder, es poder”
Hablemos del 3.er puntito que sigue allí retorciéndose en mi cabeza y que uso como cierre bajo esta frase, proveniente de una magistral escena y uno de mis personajes favorito de todos los tiempos, Cersei Lannister.
Primero, el contexto… Cuando nuestro querido «Littlefinger» amenaza a la reina consorte junto a la frase “El conocimiento es poder”, ella hace tangible su amenaza. Ordenando a los guardias a apresarlo, producirle miedo y luego soltarlo y voltearse hasta cerrar los ojos.
Demostrando su punto, “el poder es poder” y a veces (por no decir siempre) el conocimiento no basta para ganarle a este. Sin importar quien sea el bueno o el malo en la ecuación.
Lamentablemente, es el mundo en el que vivimos. Digo lamentable porque esto se ve a todas escalas y de alguna manera tacita nace en quien tiene el poder (o cree que lo tiene) el derecho de usarlo a su antojo. Tratar a quien lo rodee como ficha de ajedrez dentro de su tablero.
Se ve en algunos jefes, cabezas de hogar, entre amigos, escuelas, políticos, concursos, profesiones, sociedad.
Algo así, fue lo que personalmente sentí en el último concurso de belleza, Miss Universo… No, tampoco vengo a entrar en polémica, pero si me permito rozar el “salseo”. Porque me viví la película como si Amanda fuese mi hermana y yo la acompañara las 2 semanas y medias del concurso.
Que les digo, si no eres de Venezuela, te cuento que en nuestro país es tradición seguir este tipo de eventos. Como una familia nacional con la camiseta puesta.
Así no veas los concursos de belleza, así no sigas la moda ni a las reinas. Nos apropiamos y sentimos unidos cuando una persona como Amanda Dudamel nos devuelve la oportunidad de soñar con un logro como país.
No les miento, tengo como 4 años (desde Sthefany) que no veía posibilidad e incluso no sentía nada si sucedía o no el Miss Universo. Hasta que llego esta niña y se apropió del sello de embajadora y mujer.
No solo por lo que representaba y su ardua preparación, sino que podía ver que tenía muy claro lo que tenía que hacer y como. Desde su esencia y autenticidad, conectada con la gente como somos en esencia los venezolanos.
Fue un gusto para mí verla, hacer eco de su talento día tras día, moverse y hablar con la gente, los organizadores, las otras candidatas y los miles de miles que cada día se sumaban a sus redes. En temas de marketing… ufff, se llevó los 20 puntos. Lo mejor, no parecía forzado, sino natural.
Pero aja…
Ya sabemos como termina todo y la polémica detrás de esa noche final. Pero más allá de nacionalismos, más allá de una opinión visceral o personal, volvemos a lo mismo. El maremoto vomitivo de redes sociales a favor y en contra del resultado.
Juicios e insultos a las mujeres que lo dieron todo y entre ellos como fanáticos… como si alguno de estos tuviera el control de los resultados.
A ver, sea totalmente legal o haya sido manejado por unos hilos dentro y fuera del concurso… no lo sabremos, hasta que se demuestre (si es que buscan demostrarlo) o solo esperan que la gente se enganche con el próximo tema del momento.
En fin, en cuanto a respuestas, impacto y fortalezas, muchos a nivel mundial (no solo los latinos), opinaron que los resultados debieron ser diferentes. Pero mi gente bonita, “this is a business”. Al final gana (legal o no), quien le convenga al negocio, quien necesite que ganen, quien….
Pero ojo, al igual que sufrimos la vida cuando perdemos un trabajo que no nos valoraba, no ganamos un torneo que es tratado como negocio o terminamos una relación tóxica, luego nos damos cuenta de que de alguna manera u otra (para nosotros) tuvo que pasar así.
Porque nuestro lugar no era allí, porque estamos hechos con otra madera y resonaremos en cosas más grandes o diferentes. No se trata de “positivismo absurdo” sino de física, causa y consecuencia, acción y reacción.
Soooo…
Quería sacarlo porque, pues, me lo viví, me hizo cuestionarme cosas junto a los otros dos puntos y ver la maquinaria (de la cual salí) funcionando sin piedad. Me hizo querer soltar todo esto, vaciarme para evitar ser una más dentro de la bola de nieve formada alrededor…
Es así que, antes de hablarte del siguiente libro (y su pareja), en este monólogo no muy cuerdo y lleno de cuestionamientos, me tomo un momento para decirte ¡GRACIAS!
Por leerlo conmigo, comentar (si así lo quieres) y compartir, si como yo, revives disertaciones en tu cabeza, que no se van hasta que las “descargas”.