Empiezo estas líneas justo al terminar mi 2.ª lectura del año: se tiene que morir mucha gente. Acompañada de una sonrisa sincera y una serie de frases muy marcadas revoloteándome en la cabeza.
Advierto que, el tono del libro es característico, por lo que mi opinión acerca de él, quizás pueda parecerte un tanto “contradictoria” o incómoda. Pero para que más estamos aquí, si no es para hablar con sinceridad.
“Se tiene que morir mucha gente” o como lo dice la protagonista, “se tendría que morir mucha más gente de que la que se muere”. Premisa que resulta magnética, sobre todo si como yo respetas el argumento de Thanos para devolverle el equilibrio al universo.
Si lo sé, ¿Avengers y literatura?, que les digo…
“Somos producto del cúmulo de historias que vivimos, consumimos y nos atropellan. Así, de golpe y sin aviso, para cambiarnos la vida”. #AndyLetters
— Andy Parra (@Andycparra) March 30, 2023
Esta frase se refleja en esta historia bajo un lenguaje cínico, crudo y bastante visceral. Llevándote por la vida de la protagonista, su entorno y todo el “común” de pensamientos que se maquillan con filtro en la sociedad en la que vivimos.
No les miento, al principio me resulto un tanto difícil de digerir. Quizás por mi momento actual o porque, aunque esperaba ansiosamente el momento en el que sucediera el giro “Mr. Wonderful” en el que todo mejora (cambiando negatividad y egoísmo por logros y sueños), a la vez rogaba que no sucediera.
Porque la verdad es que más allá de disertar sobre si “se tiene que morir mucha gente” … Historias como estas deben existir, necesitan existir.
Así, sin giros trascendentales, ni cambios drásticos de personalidad basados en una ilusión y positivismo extremo. De esta forma, con el detalle y cuestionamientos como los que nos embarcamos más de una vez.
Cuando no vemos más que el hueco donde estamos hundidos. Como si al frente, al lado, detrás y delante no hubiese miles de personas con cientos de huecos más.
Lo que impulsa a que nos anclemos en una superioridad moral (irreal) donde el único sufrimiento posible es el nuestro, lo que nos hace, en vez de menos, creernos más que el otro. Y, por tanto, nos aísla hasta de nosotros mismos…
Llena de rutinas, puntos de vista (reales y cotidianos), conversaciones incómodas y una serie de “cagadas” (me disculparán el francés) que van una tras otra. Nos recuerda que siempre se puede estar peor y aun así, reír.
“En tiempos de filtros, la verdad escasea”
Esta historia también deja tangible que hay mucho detrás de una mente trastornada.
Mucho más, detrás de las “historias de Instagram”, vidas perfectas, éxitos ajenos, fracasos rotundos, sonrisas, silencios.
Sin duda una joya, que aunque si me costó llegar a la mitad del libro (por el tono) y me exigió tener una pareja de lectura (si no sabes de qué hablo, paséate por aquí), luego me lleno de respuestas.
Respuestas de preguntas que ni siquiera había formulado, mejor dicho que no me atrevía a hacer en voz alta. Dándome el “porque” tenía que leerlo y a su vez validar mis similitudes con el personaje, pero también aplaudir nuestras diferencias.
Lo que me llevo a hacer un balance más favorable que otra cosa… Me reí, hice eco de pensamientos (no aceptados o juzgados socialmente), me reconocí, me diferencié, converse con Bárbara y conmigo misma.
Me volví a reír y me traje esa sonrisa de satisfacción junto a reflexiones importantes al deslizar la última página.
“Una embarazada ciclotímica, una actriz fracasada y una «Heater» en mayúsculas”
Con una vida enmarcada por el odio y la inanición frente a los problemas del día a día, la historia acompaña la vida de 3 amigas. Que se reencuentran en un momento de su vida que no les gusta, que no quieren y que literalmente les repugna.
A través de las semanas restantes del embarazo de una de ellas, van sucediendo cosas que reflejan como solemos ver la vida y como nos manejamos en ella. Según las cosas que nos pasan y los temas tabú de la sociedad.
Junto a las respuestas “mágicas e inmediatas” que las redes sociales y que algunas personas esperan que les funcione a todos por igual.
Lo genuino de este libro es el poder que tiene de hacerte viajar. Al igual que la protagonista, entre lo miserable que puede llegar a ser todo y lo que cambia cuando hacemos las paces con esa posibilidad.
Si… aceptar la posibilidad del fracaso inminente, te da la paz necesaria para intentar (lo que sea), sin idealizar el resultado ni temer al fracaso en si.
Te da la sabiduría para no invertir más esfuerzo, tiempo y recursos en evitar que ocurra (el fracaso), sino que, por el contrario, te lleva a hacer que suceda (aquello que quieres lograr).
A su vez, te da la certeza de que si sucede, no es lo único que importa, ni será lo más grande que hagas, porque TODO PASA.
Mal o bien, lo que sueltas o controlas, lo que logras o fracasas, lo que ganas o pierdes. Por lo que el camino y sus momentos, son lo que al final te terminan llenando, enseñando y quedando. Sea lograr el éxito en cualquiera de los aspectos de tu vida o pasar 3 semanas en el sofá de tu madre a base de ansiolíticos y somníferos…
Sí, después de todo, parece bastante reflexiva esta lectura.
Pero… ¿Volvería a leer el libro «se tiene que morir mucha gente»?
La verdad directa es que no, aunque podría decirse que el libro “se tiene que morir mucha gente” termina con un balance positivo (me gusto), lo cierto es que tuve que pasar de la mitad del libro para realmente disfrutarlo.
Pero a ver, me gusto mucho conversar con la autora y poner sobre la mesa frases y reflexiones maravillosas (que aunque no son sacadas del hashtag #FrasesMotivacionales) te terminan llenando de endorfinas. Con un poco de ingeniería invertida para traer ese ánimo con chispas de positivismo(justo) casi invisible, medido, no solicitado, que te hace más ligera, libre de culpa, comprendida y parte de algo.
Con respecto a la escritura, impecable. Los monólogos internos, Bárbara y su atípico crecimiento, frases y preguntas que me llevo sin más…
¿Estaría en mi top de lecturas del 2023? Mmm, no lo creo (para mí es de un poco más de 3 estrellas)
¿Lo recomendaría? Sí, aunque no a todo el mundo.
¿Lo volvería a leer? No.
¿Hay cosas que no me gustaron? Sí, creo que hubo escenas al inicio que ralentizaron la lectura, pero las acepto como parte de la historia.
¿Lo comprarías en físico? No.
¿Leerías otra cosa de esta autora? Por los momentos, no.
¿Feminismo condicionado por la energía masculina?
Lejos de movimientos políticos o fanatismos inamovibles, esta obra permite navegar por pensamientos feministas con verdades a toda mecha, capaces de incendiar una que otra “mente patriarcal”. Todo esto acompañado de otras tantas verdades (válidas) que ni la mismísima Mary Wollstonecraft, puede refutar…
Pues, de alguna manera u otra, en la búsqueda de la igualdad y libertad de la mujer se exige el cumplimiento de reglas «irrompibles», a favor de crear “verdades universales”. En otras palabras… nostras mismas, llegamos a limitar el concepto por miedo a perder el derecho de ejercerlo.
¿Sabes a qué me refiero?
… A esa presión de no poder decir que “creo en Dios”, si no voy a la iglesia todos los domingos.
*Si lo sé, estoy al borde de otro temita que se las trae. Pero a ver, que se ve cada cosa en el mundo.
Desde la mujer que trabaja fuera de casa diciéndole a la amiga que se queda en casa con los niños que se empodere, como si no hubiese que estar bastante empoderada para montarse el “trabajito” multifacético que exige esto.
Hasta las opiniones no solicitadas de quien duce que, a quien no le gusta manejar o cambiar el caucho de carro, “debe” elegir hacerlo como símbolo de fuerza e igualdad, en vez de pedir que la auxilien.
*En algún momento de la historia empezamos a confundir capacidad con habilidad y necesidad con elección. En algún momento de la historia (por razones de supervivencia ante un mundo gobernado por la energía masculina), las mismas mujeres abandonaron su energía femenina para defender sus derechos.
Y que ni se me ocurra decir que hay cosas que hacen mejores unos que otros… Porque al parecer querer igualdad, exige eliminar cualquier tipo de reconocimiento en cuanto a habilidades, capacidades, experiencia y energía predominante.
Porque confundimos la lucha externa a la que nos lleva el feminismo condicionado por la energía masculina, para hacernos escuchar; con la lucha interna (y de hormiguita) que debe ocurrir y se sienta a conversar desde ambas energías (masculina y femenina).
Es decir, que mi rugir ante el mundo no puede callar los rasgos que predominan en mí, así como gustos o necesidades particulares por temor a no representar un estándar radical del movimiento al que pertenezco.
*Traduzco… yo puedo cambiar el caucho, pero no quiero; yo no “necesito” a nadie para cambiarlo, yo «elijo» apoyarme en alguien para hacerlo. Tan simple como eso, por muy «débil» que suene, si puedo elegir que “me rescaten” cuando me quedo accidentada, por favor no tarden. Y eso, por supuesto, no me hace menos feminista.
Sí, estoy llevando las cosas a términos terrenales y superficiales, sé que hay mucha tela que cortar sobre esto y que no viene al caso en esta entrada… ni mucho menos vengo a etiquetarme como experta en el tema.
Pero, el punto de rozar estos temas filosos (donde no hay verdades absolutas) recae en ciertas reflexiones hechas por las protagonistas que me hicieron reconocer parte de esas verdades intransigentes que queremos defender.
Donde la feminista quería hacer uso de su “energía femenina” (para sentir y dejarse guiar por su fuerza vulnerable, creadora y con ganas de ser atendida por una contraparte), pero temía ser juzgada por ello o afectada por lo que podría reflejar ante su entorno.
Evitando o cuestionándose sus opiniones y acciones. Porque, ¿qué tan “patriarcal” es necesitar que la atendieran a ella y a sus exigencias?, o ¿cómo podía permitirse, no estar siempre “empoderada”?, y aceptar que aunque había ciertas cosas que no entraban en el “reglamento del feminismo extremo” ella tenía muy claro que las quería.
Así como había otras tantas que no entraban en la sociedad. Y ella prefería ser colgada como “bruja” antes de que la despojaran de ellas.
Y eso, simplemente es maravilloso…
“Todo pasa”
Un guiño que se cuela en esta historia, donde la premisa parte de que se tiene que morir mucha gente a recordar una frase que me llego justo al terminar una serie (si quieres saber de qué hablo, pásate por aquí), reforzando lo que ya sentía al respecto. Porque si, todo pasa… siendo esto casi que una verdad universal: “la vida sigue, contigo o sin ti.”
El tiempo no para y, por tanto, tarde o temprano, lo bueno y lo malo, los triunfos y fracasos, los episodios de depresión y las vacaciones en Aruba, pasaran. Lo que lleva a otro principio… la vida, es la suma de momentos. Momentos que ocurren fuera de tu cabeza.
“Sal de tu mente, entra en tu vida”
Línea que se suma a otro mensaje que me traje de esta lectura: “El odio es un medio de transporte estupendo, sin embargo, la esperanza es lo único que te lleva a algún lugar”.
Así si más, termino esta entrada con esa frase en búsqueda de esa esperanza, más que del lugar de destino. Mientras aprendo a establecer conversación entre mi energía femenina y masculina, para que me deje de bastar lo de reconocerme en historias y me lleve a tomar el control de la propia.
¿Y tú, ya lo leíste? Deja tus opiniones y comentarios, me encantaría leerlos. Mientras te espero en la siguiente entrada con otro libro bajo la manga… #CosasQueLeo