Siempre he sabido apreciar las maravillas de las primeras veces. Las cosquillas de lo nuevo, lo anhelado, el momento justo en el que el tiempo se detiene, porque sabes que todo podría cambiar. Pero, la verdad es que, en la maduración de las primeras veces, es donde reside la verdadera metamorfosis.
Las subestimadas segundas veces, las vueltas intermedias y todos los intentos posteriores se convierten en oportunidades. Para estrellarnos de nuevo con las mismas versiones de nosotros o ver de frente la verdad: hemos cambiado y (ahora sí) nada volverá a ser igual.
Como caminar por los mismos pasillos de tu casa de la infancia, con el cariño de que todo te recuerda a casa, pero ya no es tu hogar. Como retomar la mitad de un manuscrito olvidado en la gaveta y reconocerte en trozos pasados, a sabiendas de que serán superpuestos por quien eres hoy, diferente. Como ir tras ese sueño luchado, luego de haber fracasado varias “primeras veces”.
Como volver a amar, luego de un corazón roto.
Porque el aprendizaje no se ve, hasta que nos exponemos a la misma herida para transitarla diferente; sea que esta segunda vez termine en cicatriz o recuerdo, la vivimos igual. Porque se ha dejado de temer al dolor, al resultado, a la expectativa. Se ha quitado el “polvo de hada” que maquilla esas primeras veces. Se ha aprendido a disfrutar el camino, el proceso.
Así llego aquí, a una segunda vuelta…
Luego de unos meses con este espacio abandonado, enfocada a terminar mi poemario y cumplir(me) de una manera que nunca lo había hecho. De hablar sobre la muerte, la vida y revivir todas mis heridas, como nunca antes.
De enfrentar mis verdades y dejar de subestimar los detonantes, las formas y mi responsabilidad ante mi propio camino; he decidido volver aquí.
Para arrojar todas mis letras, las que riman y las que no; como bitácora, consuelo, testimonio y voz. Porque he entendido que mi lenguaje de amor propio (ese que se está dejando ver, reconstruido) se basa en cumplirme, a mí; una y otra vez.
Así que, aquí estoy, cumpliéndome.
Escribiendo porque respiro. Narrando parte de lo que soy, porque así creo que vale la pena vivir; como alma inquieta. Compartiendo lo que uno sabe, lo que uno es, lo que uno ve y siente. Es allí donde nos “construimos” unos a otros como seres, como profesionales, como sociedad.
Porque es allí, donde impulsamos la transformación propia y conjunta, la verdadera metamorfosis.
Como quien vive un punto de inflexión. Como quien toma la segunda oportunidad y la vive. Como quien se levanta un día siendo alguien totalmente diferente…
Como dueña de un hechizo propio,“ojos del espectador”
En pleno punto de inflexión, me choqué de frente con verdades dibujadas en ojos prestados. Haciendo eco de explosiones propias, conjuntas y ajenas, me permití ver desde la frontera y escuchar.
Me permití ver el panorama completo (por primera vez), con todas las piezas del tablero, sin ellas, con medias tintas y ausencias. Hablar de todo y a la vez ser silencio, para así elegir…me. Por primera vez, por mí y solo por mí, lo demás vendría después.
Lo que, sin duda, me hizo conversar de forma diferente con Kafka. Porque, habitar una transformación y leer sobre una, arroja similitudes, quieras o no.
Es doloroso, triste, perturbador y a la vez es glorioso, liberador, esperanzador. Partes de ti mueren y otras despiertan, personas se quedan atrás porque no encajan y otras tantas conectan contigo, todo a tiempo. Mientras que el final no está garantizado, pero eso nunca lo está.
Solo nos queda transitar cada transformación como una oportunidad, para caer o levantarse; no hay respuestas correctas.
Tal cual como en la metamorfosis, una obra que arroja sobre cada lector una interpretación diferente. Por tanto, una exigencia a quien escribe, de despegarse lo justo, de lo que hoy conoce como la frontera entre realidad y fantasía.
Para apreciar la belleza de quien es pionero en esta fusión, con ojos propios y prestados.
Así sentí la máxima obra de Kafka, la metamorfosis.
Convirtiéndose en un clásico de la literatura universal, se me deslizo entre las manos para hacer tangible el uso del simbolismo y la metáfora, a través de la deshumanización del protagonista. Donde se mantiene una lucha entre sus dos naturalezas (animal y humana).
Batalla que pone sobre la mesa la convivencia de Gregorio Samsa entre quien fue y quien es hoy. Pasando a cuestionarse su relación con el mundo por quien era, a dejarse absorber por su parte animal.
Siendo un factor determinante la influencia y reacción de su entorno.Pero, más importante su apreciación propia, expuesta por preconceptos de lo “permitido y correcto” y lo que no es.
Puedo entender por qué la denominaron en sí sola una estructura de narración. Además de saborear la ironía sugerida por el artista cuando su significado propio no se acerca ni un poco a lo que el público refiere.
¿Les suena algo que conocemos que empieza con i y termina con stagram?
Esa obsesión con la que le queremos dar significado a todo lo que vemos (para bien o para mal) presentando juicios sobre el creador y sus obras, sin saber él detrás… sin que importe él detrás.
Claro que, quien crea hoy sabe (o al menos debe tomar conciencia) de que su creación no debe depender de la exigencia del público. Mientras que al resultado debe despojarlo de control.
Pues, como Kafka en la metamorfosis, luego de 100 años seguimos dando interpretaciones libres y vistas desde zapatos propios, quedando siempre cortos ante la verdad del otro y sus ojos.
“Kafka, un verdadero influencer atemporal”
Inspirado por grandes de la misma literatura, como Fiódor o Nietzsche, el autor de la metamorfosis supo como mezclar lo irracional, la fantasía y los sentimientos de angustia, culpa, frustración y soledad. Creando así, un estilo propio capaz de influencia a tantos artistas en diferentes ramos.
Desde escritores como Murakami y Albert Camus, hasta directores de cine del siglo XXI como Domee Shi.
Si… te hablo de “Red” la película de Disney Pixar donde la protagonista se transforma en un gran Panda Rojo.
Y aunque sabemos que esta transformación es mucho más amigable que la de Samsa y se trata de otros tópicos. No pueden negarse las similitudes y referencias sutiles en cuanto al uso de metáforas, simbolismos e influencia del entorno para dar cierre a la historia.
La metamorfosis, una obra que a través de lo “superficial” simboliza lo profundo
Empezando ya en el conflicto, en un escenario único, se va narrando la historia de Gregorio Samsa. Un comerciante que vive con su familia, de la cual se hace cargo en todo sentido hasta que un día amanece convertido en un enorme insecto.
“(…) Se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertida en un monstruoso insecto…”
Cucaracha, escarabajo o una mezcla entre ambos. Nunca se aclara, porque este aspecto superficial solo sirve para poner en contexto el porqué de las acciones propias y de todos aquellos que se relacionan con Gregorio.
A través de un lenguaje cuidado, orientado al existencialismo, Kafka proyecta vivencias propias a través de metáforas tangibles. Describiendo a detalle las expresiones de asco, miedo, decepción y angustia de todos los personajes.
Siendo para mí el punto focal, la transformación que vive no solo Gregorio, sino cada uno de los personajes por la misma interacción de su entorno. Así como las exigencias del mundo que, insecto o no, jamás dejan de ser.
Lo que, desde mi interpretación, es dibujado por Kafka como cuadro en galería de arte. Expuesto, cambiante y aunque con rastros de autor, relata el libre albedrío para que cada visitante escriba su opinión desde su propio significado.
Como la vida misma, como cada uno de nosotros, ¿no crees?