Vínculos, relaciones y los dibujos de Emily en Cumbres borrascosas

Es imposible hablar de amor, sin experimentarlo, ya que es a través de las experiencias y nuestros vínculos o relaciones, que cargamos “definiciones” de amor a nuestro subconsciente. Sentimiento que puede ser tóxico o idílico, extremista o placentero, causante de paz o guerras, tal como las historias que tanto nos gustan. Tal como los dibujos de Emily que Cumbres Borrascosas nos deja ver.

Mostrando a la par de una pluma exquisita, matices y colores, capaces de hacer mella o eco de amores (de todo tipo) vividos. Dándonos una métrica y un sin fin de palabras para encasillar o medir el “nivel” de toxicidad de nuestra sociedad, en relación con este sentimiento.

Puesto que, podemos encontrarnos reconociendo actos de apego, dependencia, obsesión, extremos y violencia, hasta llamarlos “amor”. A tal punto que, aun sabiéndolos tóxicos, mueven cosas en nosotros, hasta cegarnos. Buscando que alguien nos anhele así, nos desee así, nos diga esas palabras.

“Amar lo que nos mata", libros y cultura como armas de doble filo

Adornadas por las artes en todas sus muestras, las expresiones de amor en ellas, ponen en riesgo la construcción de conceptos “equivocados” del amor. Por tanto, ideales tóxicos en cuanto a nuestras relaciones y vínculos.

En otras palabras, imagina a tú “yo adolescente” cantando canciones pasionales, corta venas, abrazando las palabras como si fuesen símbolo de un gran amor. Cuando la verdad es que, al cantarlas luego de haberlas vivido de verdad, no es nada maravilloso. 

“Es abrir la herida una y otra vez, hasta extraditar canciones de tu vida.”

Sin duda, no puedo obviar a Disney, ni a los cientos de libros o películas que buscan extraer o exponer amores idílicos. Instantáneos, anclados en estereotipos de lo que según social y moralmente hemos acordado como “correcto” y “permitido”. Con muestras de un feliz para siempre, inexplorado.

Arrojándonos a un vacío donde creemos tener libertad de elección, mientras replicamos patrones y exigimos el cumplimiento de lo leído, visto o sentido. Claro que, allí, también surge una oportunidad, una que se puede rescatar de ciertas líneas atemporales de grandes clásicos y que a su vez envuelven otras artes.

Destacando la existencia sobre la mesa de las páginas en blanco. Para explorar y ver que otras caras de la moneda existen, que podría ser o no y sus imposibilidades.

Emily, cumbres borrascosas y su propia libertad

Enamorándome de su forma de narrar, Emily trae, a la par de su obra, reflejos de su propia necesidad de libertad, así como de su forma de ser libre a través de lo que escribe. Recordando que su obra fue publicada bajo un seudónimo, deja tangible por sí misma la relación que tenemos (tóxica) entre nosotros como sociedad.

Como ella, muchas otras autoras se nombraron “anónimos” o cambiaron de identidad, con tal de abrir sus alas y permitir que su obra fuese su consigna. Regalándonos, más allá de los temas tocados en las piezas literarias, una forma de jugar con las palabras, de cantarlas y contarlas, así en su justa medida, como solo una mujer podría hacerlo.

En cumbres borrascosas, Emily logra intrigar, mantener y conectar con los personajes. Construyéndolos a través de relaciones y vínculos complicados, nos arroja una exquisita gama de matices y posibilidades pertenecientes al ser humano, por crianza o naturaleza.

Sin duda, de los clásicos leídos, entra a mis favoritos, me atrapo muy rápido y solo quería saber lo que pasaría. Haciéndome bailar entre el entendimiento de las relaciones tóxicas y lo adictivo de un amor así, pasional, extremo y eterno.

Qué manera de narrar…

Qué manera de conversar con el lector y llevarnos a extrapolar, en época y tiempo, la forma en que nos relacionamos, amamos y somos.

Acoplando las piezas entre patrones tóxicos y oportunidades para elegir hacer las cosas diferentes, sobre un mismo tablero. Dejándonos en las manos la oportunidad de romper con patrones y movimientos que se sobreescriben una y otra vez, hasta que ponemos límites.

Algo así como lo que te contaba cuando leí Romper el círculo y las encrucijadas que nos exigen tomar caminos diferentes. Algo así, como una de las constantes de la vida misma.

frase de cumbres borrascosas

Desesperados por pertenecer, elegimos la herida sobre la soledad

Reflejo de nuestra naturaleza, propia o conjunta, algún trauma o relación pasada, caemos en la elección por inercia de cualquier “cosa”, con tal de no quedarnos solos. En todo sentido, personal, laboral o cualquier tipo de relación (de amor, amistad, familiar, comunal, social).

Porque culturalmente elevamos pancartas para recordarnos una y otra vez que la soledad es síntoma de algún problema, defecto, fracaso. Porque emocionalmente, desde pequeños, necesitamos pertenecer, como si eso de algún modo silenciara lo urgente:

“Debemos aprender a estar solos con nosotros mismos y que eso sea suficiente.”

Puesto que, plagados de estereotipos y preconceptos, nos acostumbran a exigirle al otro que nos dé “lo que merecemos”, que “nos haga feliz” todo el tiempo, que sea responsable de nosotros.

Claro que necesitamos la interacción con otro, su respuesta, su amor. Sin embargo, tal cual como lo expresa Emily, hay una línea delgada entre, “quiero estar contigo” a, “si no es conmigo, no es con nadie”.

“Si respetáramos nuestra naturaleza, evitaríamos la carga del arma”

Nos encanta condenarnos a repetir elecciones, sin importar que no siempre podrán darnos lo que necesitamos. Más de una vez, nos convertimos en salvadores de otros, evitando ver que somos nosotros los que, merecemos ser salvados. 

Llevándonos a romper y cortar hasta darles nuestros pedazos a otros, si así logramos huirle a la soledad.

Mientras que a oscuras, cuando nadie ve, nos sentimos predestinados a no tener ninguna conexión auténtica que perdure en el tiempo/espacio. Planteando de nuevo la encrucijada, quedarnos hasta doler o despedirnos y ser los “villanos”.

Porque nos acostumbramos a culpar al que se va, no al que da las razones para hacerlo.

Porque, solo se ve la distancia impuesta y no el recorrido que deja el impacto de cada disparo.

Porque solo se ve a quien hace bulla con indirectas elocuentes y no a quien se rompe en silencio en medio de la noche.

Haciendo eco de una soledad tacita, esa a la que tanto le estabas huyendo. Carente de estímulo, haciéndote sentir inadecuado y culpable. Porque te has quedado sin balas y sin espacios a donde recibirlas.

Allí también, el poder de historias como cumbres borrascosas, que se convierten en preguntas propias y puntos de diferenciación. 

Resaltando líneas muy bien dibujadas entre quien realmente eres, quien no y lo necesario que son los límites en cualquier vínculo, cuando entiendes que el amor que más debes cuidar, es el propio.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio