Por cosas del destino, casualidad o mensaje del universo, así llegó el descontento de Beatriz a mis manos. Un libro actual, que empecé a leer sin saber muy bien de que iba, hasta pasar las primeras páginas, donde me atrapó sin remedio. Causando en mí, conversaciones irónicas a la par de una risa cínica, justo en el hoy en el que decido de nuevo involucrarme en el área creativa laboralmente.
Lleno de frases reales y tajantes, Beatriz narra desde su propio cinismo una realidad que envuelve a la generación bisagra, los millennials. Como suelo llamarnos, la generación del medio, porque no terminamos de ser ni una cosa, ni lo otro, pero a su vez se nos exige ser lo de antes y ser lo de después.
Sobre todo en temas laborales, donde crecimos con principios y visión de generaciones previas, antes del “bum digital”. Eligiendo caminos y trabajando en profesiones de quince y último, junto a metas orientadas a un futuro que ya hoy no existe.
A la par de una terapia de choque, que nos encuentra en pleno desarrollo personal/laboral hasta contrastar con los nativos digitales (generaciones posteriores), que entienden y viven el mundo totalmente diferente. Dejándonos en el medio, tomando lo mejor de atrás y adelante, para construir puentes, romper patrones y hallar pertenencia.
“Sin importar la edad, el descontento se palpa en todas las generaciones”
Aunque la historia se narra desde el punto de vista de una millennial cínica, con ataques de ansiedad, depresión y un odio a su rutina laboral, es fácil proyectar el descontento más allá de ella. Puesto que, jóvenes o jubilados, todos alguna vez hemos enfrentado la frustración, la falta de pertenencia, el hastío laboral y vacuidad dentro de nuestras jornadas diarias.
Tal cual como lo ejemplifica Marissa (la protagonista), solo se trata de saber jugar el juego de las oficinas, reuniones, trabajo de equipo.
Porque así, se nos ha impuesto el falso concepto de productividad laboral, a la par del uso de terminología adoptada y las máscaras de la nueva visión empresarial. Ahogados en un trasfondo arcaico y falso entendimiento a profesionales de nuevas áreas, con tal de seguir respondiendo a las necesidades de la empresa.
Tal cual lo menciona en una entrevista la autora:
“Cuando has calzado los zapatos, es aún más hilarante la lectura”
Leer sobre alguien de mi generación, atascada en el mundo de la publicidad, visitando su lado más oscuro, perdiendo de vista lo que se puede lograr y la razón que la trajo allí en primer lugar, sin duda hizo referencia a mi paso por agencias de publicidad.
Haciendo eco de pensamientos no dichos, de llevar sus zapatos a compartir trabajos con “otras Marissas”, de sentirme acompañada en el tiempo, pues ya no soy esa persona, pero sí llegue a tener mi propia versión de descontento. Como tú, como todos en algún punto.
Como dice la autora: “Marisa es víctima y verdugo del sistema, como creo que al final lo somos todos. Erramos y somos figuras que podemos generar muchísima ambivalencia”.
Claro que, llegó a mí en tiempo justo, pues sé que no me hubiese causado tanta risa, si mi punto de vista estuviese en tiempo presente y no pasado. Por lo que pude ver a distancia tantas cosas que, hoy día, solo me generaban risa, mientras aplaudía de pie a Beatriz por poner esas líneas allí.
Quizás a varios les parezca incómoda la lectura, por su cinismo e ironía. Aspecto que me recordó a mi 2.ª lectura del 2023 (se tiene que morir mucha gente). Sin embargo, muy a diferencia de aquel libro, que si me llegó a parecer pesado en algún punto, este me lo bebí, me reí mucho más y me lo disfruté hasta el final.
Solo podría acotar, sin spoilers, que el final fue lo que me incomodo. Por su forma de cerrar la historia, por como termina (aunque siguiendo la narrativa lo entiendo) y por él sin sabor que me dejó pensando. Pero, supongo que esa fue la intención de la autora, incomodarnos, en algún punto, traer desde cierto humor negro temas importantes sobre los que vale la pena conversar.
“La incomodidad termina siendo fuente de oportunidad”
Por pies propios y desde la tribuna, he visto como la incomodidad es necesaria para sacarnos de la vacuidad, de ese descontento. Cuando nos hallamos perdidos, cuando nos hace ruido la rutina, cuando nos empieza a incomodar lo que antes dejábamos pasar, es cuando hay que detenernos a escuchar(nos).
Porque de antemano sabemos que las cosas no pueden seguir igual, que hay algo que no está girando como queremos (o necesitamos), que hay algo por cambiar.
Aunque nos cueste el proceso, aunque tengamos que atravesar el miedo, hasta deconstruir partes de nosotros, para reescribir nuevos caminos, para dejar la inercia y dejar de vivir desencantados de nuestra realidad… para vivir, así sin más, VIVIR, abrazando la existencia.
¿Ahora, te pregunto?
¿Has vivido tu propio descontento?, ¿has salido de allí?
¿Qué piensas sobre la obra de Beatriz?
#TeLeo