Mujeres olvidadas…

Mujeres Olvidadas

¿Puede existir el olvido en vida? ¿Seremos nosotras mismas las que nos condenamos a existir en la memoria? ¿Serán mis letras una especie de ruego desesperado ante mi propio desvanecimiento? ¿Puede siquiera algún tipo de reconocimiento evitar que seamos parte de las mujeres olvidadas?

Preguntas que habitan en mí, en forma de tormento, bucle e impulso, en búsqueda de acciones que marquen una ruta diferente, que me den sentido o respuesta ante mi propio miedo. 

Sí, temo olvidarme de mí misma, ante la urgencia de supervivencia: Ante el fantasma de la soledad, ante el desencaje de quien soy, en esta realidad.

Miedos que circulan de forma bipolar, pues así como me quiebran sirven de impulso y fuente de valor. Para hurgar en letras lo que no me atrevo a decir en voz alta, lo que me mata y me salva, al mismo tiempo y a la vez.

Dualidades que me sirven de espejismo ante vidas que no fueron mías y, sin embargo, me resuenan dentro, a tal intensidad que las siento propias, compartidas. Vidas en las que sin saberlo encuentro similitudes, ante mi pluma y mi sentir, mucho después de haber escrito.

Me leo en ellas y al mismo tiempo, al leerlas, recojo mis propios versos, casi hasta con sorpresa.

¿Cómo dos personas pueden escribir lo mismo, en tiempos diferentes? ¿Cómo escribí aquello que me salvo el alma, sin saber que como yo, en este mismo momento, siglos atrás, otra mujer de la misma manera se salvaba a sí misma?

Y más importante, ¿cómo hago para responder ante este llamado incendiario que llevo dentro? Que me pide a gritos seguir escribiendo…

Que me exige recordarlas a ellas, porque solo así me recordaré a mí.

Soy «pequeña y negra» como Safo, acompañante de la inmortalidad

Lo que más gusta de las letras es la libertad que habitan por sí solas. Cuando crees hallar la fórmula, las referencias y la fuente, estas tienden a sorprenderte, cambiarte y exigirte romper lo establecido (incluso aquello que creías querer decir) para abrir paso a lo que realmente sientes, allí su inmortalidad.

Esta libertad no siempre es bien recibida, ya que, como instrumento, los escritores solemos desafiar constantemente los estereotipos y silencios sociales. Aspecto que se ve a mayor profundidad dentro de nuestra historia, donde libros con nombre de mujer, fueron disfrazados con tal de ser publicados y donde poetas eligieron el desvanecimiento en vida ante la falta de “permiso” y respeto por su obra.

Aspectos que aún se hacen tangibles en esta sociedad que aún carece de espacio y respeto real sobre la mujer y sus obras (en cualquier ramo o discurso).

Claro que, ante la globalización y herramientas, la exigencia (“el permiso”) recae más hacia adentro que afuera, debido a las opciones para publicar nuestras obras (algo de eso te hable en el artículo sobre las mujeres que somos). Sin embargo, el mundo insiste en vestirse igual a través de las épocas, falsificando el encaje de la versatilidad de la mujer, cuando la verdad es que no acepta su multidimensionalidad.

O mejor dicho, nos presiona a dibujar un blanco y negro como elección, donde solo cabe una. Decisión que nos agota por adelantado, ya que dentro, somos toda la gama de colores, incluyendo los matices dentro del blanquinegro.

Dickinson y el grito urgido de las mujeres olvidadas…

Precisamente allí, navegando en la gama de matices entre el negro y el gris, me hallé revisando el trasfondo de mujeres victorianas, poetas que inspiraron a Poe y escritoras que desafiaron su propio miedo ante la pluma, porque no hallaban otra forma de vivir.

Pero también allí, en medio de la escala de grises, donde te das cuenta de que solo una gota de luz cambia completamente el color, hallas también la oscuridad tangible de quien se perdió entre las sombras durante su vida. Ignorando que sería precisamente su muerte, el precio a pagar para que su obra tuviese el “permiso” para transcender.

Tal cual como Dickinson, a quien leí de frente hasta hundirme, casi de forma obsesiva, en los vacíos entre sus cartas, diarios y fascículos. Contrapeso de sus versos, que relatan la historia que sirvió de fuente para sus escritos y a la vez, de verdugo a su reconocimiento en vida.

Y es allí, donde no pude evitar sentir el grito urgido de las mujeres olvidadas…

Mujeres que fueron letras y aguantaron lo justo para llenar de sus retazos todo lo que sus manos tocaron. Sin siquiera imaginar que sería la muerte la antesala de su identidad, de su reconocimiento. 

El preludio de su existencia real como referente, como legado.

Y es allí, donde vuelvo a girar en círculos en búsqueda de más historias y mujeres del ayer, que se reescriben en las de hoy. En la búsqueda conjunta de la libertad de ser quienes somos. En la necesidad de ser más que recuerdo perdido ante las mujeres del mañana.

Como exilio al olvido: mi razón al abrir mi propio “Tagebuch”

Impostora y poeta, desencajada del común, me expatrio del desvanecimiento y me obligo a retumbar el grito adoptado hacia afuera. Como tantos antes que yo y a la vez como ninguno. Usando el arte de la terminología alemán con el peso de su historia, liberando al lenguaje de la carga de origen, para intentar descifrar ese espacio extra donde recoger sin filtro los pensamientos y vivencias. A lo Dickinson, a lo Frank, a lo Plath, a lo Woolf, a lo Pizarnik…

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