En un mundo donde te exigen definirte, etiquetarte, delimitarte y presionarte a cada momento, las almas inquietas no encajan. Por el contrario, suelen sentirse perdidas. 

Siempre en movimiento, se habitan intangibles y se reniegan a ser estáticas. Pues, estas almas necesitan saberse libres, así no estén en jaulas. 

Libres…

Aunque su realidad gire en un ciclo interminable de pensamientos, sin tregua, buenos, malos, intermedios. Aunque se atornillen palabras en el pecho (no dichas), porque sienten todo en una misma línea temporal. Lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que es, lo que será, lo que jamás se verá y lo inimaginable.

Libres, sí. 

“Aunque se sienten de a ratos victimas de su propia naturaleza, las almas inquietas se necesitan libres.” 

Por eso se habitan confundidas, en silencio, cuando nadie ve. En búsqueda de respuestas y caminos constantes, atraviesan lo incómodo hasta hacerlo ligero. Como acto de fe para lanzarse al vacío una y otra vez. 

Porque no pueden quedarse quietas. La pausa las consume, tanto o más, que el caos dentro su movimiento.   

Y aunque corran el riesgo de parecer dispersas o desentendidas, son ellas la que se atreven a desdoblar conceptos.

Saltando entre la cordura y la locura, creando nuevos caminos, soltando (aunque duela) unos cuantos ladrillos y revisitando islas que se creían desiertas, para sembrar mundos completos sin seguridad alguna.

Claro que, eso no las abstiene del trayecto y de los momentos donde su libertad se coarta por las mismas alas que tanto quieren volar.

Es aquí donde la paradoja se cumple, volviendo a las almas inquietas en sí mismas una gran contradicción, una ironía burlona, una fisura en el espejo, causa de insomnio y ruido. 

Porque, ¿cómo un Ser que es libre por naturaleza, se impide así mismo la libertad…?

Mientras se cuestiona todo, sintiéndose incapaz, innecesario dentro de este mundo lleno, desencajado, incómodo, cansado y a la vez, imposibilitado para descansar.

“Un ser inquieto, como su alma”

Allí, la importancia de diagnosticar… el alma.

Una alma inquieta que se descubre y reconoce, es capaz de navegarse sin ahogar. De reescribirse una y otra vez, para hallarse libre, libre de verdad. 

De habitarse en lo incómoda, momentánea, cíclica, sin perder de vista quien es y su camino. Porque deja de “definirse” y empieza a escuchar(se). 

Entendiendo que la melodía que hace vida en ella, no necesita justificarse, ni defenderse, solo vivirse… Libre.

Aceptando que los dibujos del “éxito”, no fueron hechos con sus manos y que es ahora donde le toca, como alma inquieta, redefinirlos. Creando puentes donde su arte se haga colectiva, hasta contagiar la libertad a quien la quiera (necesite) escuchar. 

Alquimizando que es, porque fue; que es, porque será… Imperfecta, cambiante, intensa, caótica, libre, inquieta.