Elvira, baluarte y sus cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo

elvira sastre

A Elvira Sastre hay que leerla despacito, con pausas y tregua. Porque se te mete dentro para hurgar en las costuras y hacerle cosquillas a los recuerdos. Esos que yacen dormidos en el borde de las cicatrices, evocando nostalgia (en el caso de los que ya no pesan) y susurrando quemaduras en aquellos que jamás dejarán de doler.

Su libro, cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, tiene mucho de eso… te exige mucho eso.

Porque, de manera desdibujada, te dibuja. Con un lenguaje tan propio de Elvira que te sientes visitante en la gramática. Mientras que, a la hora de escribir, haces uso de las mismas palabras en un intento de alcanzar la profundidad del sentimiento.

Una rima sonora, que te vibra en el pecho. Trayéndote las ganas desesperadas de volver a escuchar en voz alta sus poemas.

"Desde tu voz o desde la de ella"

Con la ventaja de que su paso por la poesía nos ha dejado regalos auditivos, espectáculos tangibles y listas de reproducciones capaces de hacerse bucle en tu cabeza. Guardados a la espera de un baile más.

Porque así se siente, escuchar “Elvira en Voz” es como una melodía que acompaña (quieras o no), tu propio baile. Un estilo contemporáneo que me recuerda hace más de 4 años, una pieza propia de poesía que narraba al compás de mi propia danza (contemporánea).

Sí, escuchar esta pieza, me hizo recordar eso, convirtiéndose en parte clave de mi soundtrack del año. Conectando, a su vez, con el viaje realizado en el Poetry Slam. Donde me conecte con partes de mí al recitar poesía con movimiento, que soy incapaz de soltar hoy.

Porque me di cuenta, que quien siente en poema, lo hace con todo el cuerpo y cuando permites que el sentimiento se extienda, empiezas a rimar con movimiento. 

Una manera más de encarnar la poesía, liberar el arte y entregar lo escrito para palparlo en conjunto.

Poesía, un puerto perdido que encuentra y nos une

Como ya he hecho referencia, creo que esto no solo va de las cosas que leemos, sino de quienes somos cuando las estamos leyendo. Allí se desarrollan gustos, criterios, reflexiones, encuentros y desencuentros.

La percepción cambiará, según quienes somos y el tiempo en el que estamos viviendo. Personal, cultural y socialmente.

Es por esto que, este artículo no puede escaparse de quién era yo cuando las obras de Sastre me atravesaron para quedarse conmigo para siempre. Haciendo un guiño a un importante punto de inflexión vivido, del cual te menciono en mi anterior entrega, solo puedo decir que Elvira me llevo a contrastar con mi propia poesía, justo a tiempo.

Acompañándome a tomar en serio mis versos. Para recogerlos hasta conjugarlos en un mismo viaje.

El encuentro con esta forma de vivir la poesía, me dio pertenencia y un puerto seguro. Para asumir el camino que la reciente transformación me exigía.

Sí, recuerdo en ese momento sentir que era tiempo. Que ya había perdido todas las excusas, que de nada me servían los miedos y que solo yo podía hacer catarsis al mismo tiempo que me reescribía los sueños.

Un antes y después, lleno de promesas

Entonces, llego Baluarte, inundándome hasta hacer mella en lo profundo de mi propio proceso.

Porque la forja de un poemario es doloroso, complejo, abierto y nunca igual. Como lo dice la autora en esta obra magnífica: “escribo, porque no soporto mi ruido y todo lo demás es adorno”.

Convirtiéndose hasta en un acto egoísta. Porque luego de que las letras fueron soltadas para ayudarte a respirar, son adoptadas por otro, como si jamás hubiesen sido tuyas.

Entenderlo te lleva a valorar lo que ocurre desde la herida al poema, desde la euforia al intento de hacerle justicia en letras, desde el deseo más profundo hasta la vulnerabilidad expuesta en versos.

Demasiadas esquinas tiene esta obra, de esas que te cortan donde aún te duele y no sabías.

Pero también tiene pasos de esperanza que te sostienen y te acompañan en costuras, para decirte que si fuiste, sentiste y que sí, ahora eres y serás y todo cabe. Todo es necesario y todo dará forma al arte, tu arte.

Balu-Arte, un libro para llevar conmigo siempre

El “5 estrellas” que buscaba por esos días. Porque te siente, te roza el alma, te da voz y te calla. Te suspende en un suspiro, lágrima y sonrisa. Como quien revive paisajes, se enamora de nuevo y se sorprende por las heridas que ya conoce.

Una cercanía, un entendimiento, un impulso de valentía. Expuesta en letras me llevo a tomar responsabilidad para despertar las mías. A escucharme, a entregarlas, para que dejaran de ser mías y se convirtieran en nuestras.

Para encontrarme con una vieja versión de mí que pueda reconocerse y abrazarse en poema. Para esperar a una futura versión llena de agradecimiento y confianza, porque dejo de buscar aire y empezó a encarnarlo. #escriboporquerespiro

Sin duda las obras de Elvira son un canto al cual volver siempre y eso es un regalo que vale la pena compartir… por eso te la traigo con tanto ahínco, porque Elvira es un estilo de poesía en sí.

frase baluarte

Leer no es suficiente, si lo que se quiere es escribir

Escribir requiere separación y distancia. Aprender a surfear, entrar y salir del agua, hurgar una y otra vez en la herida hasta hacerla piel.

Disciplina y coraje, compromiso y compasión. Un salto de fe y un acto de elección, para vaciarse, cada vez.

Claro que, sin subestimar el proceso de crear historias, la escritura o recopilación de un poemario, para mí,trae una exigencia diferente.

En lo personal siento que al escribir historias, llega un punto donde los personajes despiertan y te guían hacia donde, como y cuando. Llevándote a explorar partes de ti o, por el contrario, separarte a tal punto que se convierte en un nuevo viaje.

Mientras que los poemarios nacen de versos ya escritos, en piel o papel. En cantos a sentimientos que exigen navegarse en profundidad, reales, imposibles, anhelados, dolientes. Y por eso, leer poesía (para mí) es como leerme.

Es hacerme una radiografía y versionar parámetros establecidos, por la forma en la que ellos ven la vida (los poetas).

Es inevitable sentir o pensar con referencia a sus versos, hacer pie de página de momentos y narrarlos en la cabeza como aquel poema que no entendías hasta hoy, porque describe exacto lo que sientes. O como aquella estrofa que revives una y otra vez, porque no importa cuanto leas o escribas, no hay otra forma de decirlo que le haga justicia.

Eso me pasa con Lorca, me pasa con Elvira…

Por esto, en ese momento, puse pausa a la lista de poetas que se venía y ya tenía a la mano. Porque necesitaba limitar los versos a mis heridas, a mi voz, a mis propias referencias.

“La luna, el reloj y los destiempos, la primavera y el invierno, todos los soplos de aire ausente o presente. Las islas, los bosques, las velas, el mar e incendio.”

Necesitaba introducirme en mis ecos y enfrentarme una y otra vez a los vacíos. No para llenarlos, sino para hacerlos tangibles y así poder soltarlos.

Así llegué al poemario, a tres meses intensivos y dos de plena tortura… una que volvería a vivir, de eso no hay duda.

Hasta transformar finales en principios...

Dicen que la primera obra es la más difícil, porque das el salto. Te atreves, cambias, “te sueltas el pelo” y quieras o no, aprendes a seguir, más allá de ella.

Porque, aunque a veces se sienta así, la verdad es que no eres tu obra y ella, solo esconde una parte de ti. Un pequeño trazo temporal.

Y es allí cuando el final se convierte en principio…

Encontrándote de nuevo en el puerto, agradecida por el viaje y todas las versiones que sumaron palabras, guía, silencios o fueron casa, cuando no eras tu misma.

Con una nueva bitácora en mano, que sin darte cuenta fuiste escribiendo a la par de esto, nueva y diferente. Dándote como respuesta la exploración de otra parte de ti, o la misma en otro tiempo.

Y de repente, te das cuenta de que ya escribes el siguiente poemario sin nombre. Y de repente ya te encuentras leyendo de nuevo a tus referentes, porque estás lista para conversar con ellos y ser turista de su mirada ante el mundo, solo lo justo, una vez más.

Para cambiar de nuevo, mientras sigues siendo tú en esencia.

Tú y tu arte.

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