Por mucho tiempo creí que hablar o escribir sobre la muerte estaba mal, que me cargaría de malas energías o me pondría en burla por no tener las palabras correctas. Por otro tanto, le temí, ignoré y hasta la subestimé. Sin embargo, hoy, confirmo como hay historias que te eligen justo en tiempo, para hacerte conversar sobre lo que hace ya vida en tu mente, así me pasó con el Frankenstein de Mary
Llego a mi vida, tentándome a través de su pluma y su increíble historia. Porque la verdad es, que si ya había adquirido una urgencia por hacerme con clásicos, lo primordial ahora se había convertido, en que fuesen escritos por mujeres.
Sobre todo en épocas en las que sus letras desafiaban una y otra vez a la sociedad. Cantos como los de Emily en Cumbres, personajes como los de Jane en Orgullo y conversaciones con la muerte como las de Mary.
Un cóctel que me acompaño hace 4 meses y que hoy revivo junto a los retazos de ese tiempo, quién fui y quién hoy soy. Porque si algo está claro es que hay perdidas que jamás se podrán superar y dolores con los que solo se aprende a vivir. Sin embargo, el tiempo te da la perspectiva y distancia justa para volver a la herida y apreciar más que solo dolor.
Porque si algo te enseña la muerte, es sobre la vida…
Tal cual como relata Mary desde el primer momento en Frankenstein. Donde desafía lo natural y lo correcto, a través de un Víctor que busca hacer lo imposible. Hallar la piedra filosofal, el elixir de la vida, mientras intenta comprender su razón de ser en este mundo.
Navegando por frases sublimes, describe los anhelos, miedos y pensamientos metódicos sobre la vida y la muerte. Arrojando reflexiones surgidas en vivencias propias, haciendo eco de sus dolores y heridas.
Convirtiéndose a veces en el monstruo, a veces en su creador. Culpándose y doliéndose, navegando entre el deseo de muerte y amor por la vida. Justificando acciones y rompiendo el silencio ante otras.
En lo personal, leer se ha convertido en una oportunidad de encontrarme con dos historias, la de la obra y la de quien la escribe en ese tiempo justo. Es por eso que así mismo me permito escribir sobre ellas, como una sola que se acompaña, diluye, encuentra y separa.
Hay mucho detrás del creador y su criatura, hay mucho que se puede reflejar en la naturaleza humana y en la falta de humanidad de la misma raza.
Solo quien se ha sentado a conversar con la muerte, como protagonista o testigo, podrá abarcar lo no dicho en la obra. Esas tentadoras “entre líneas” que reflejan retratos de personas que han interactuado con ella, de una manera u otra.
Siendo parte esencial del porqué esta joya se convierte en clásico de la literatura.
Dándonos, además, una criatura que desarrolla reflexiones humanas, como muestra, víctima y reflejo de su creador. Culpa, resentimiento y remordimiento, hasta desear la muerte como cualquier vivo trastornado.
Hecho que sin duda me conecto con la pieza maestra de Nolan de este año. Ciento ochenta minutos de arte, historia y de dualidad de sentimientos entre un creador y su creación.
Oppenheimer, la humanidad y las posibilidades de la vida
Desde los primeros 5 minutos ya tenía en mi cabeza frases que se irían conmigo. Junto a una promesa de que lo que encontraría, iba a ser comandado por un arte actoral de primera.
Paso a paso, capa a capa, con un hermoso juego atemporal divido en tres tiempos, nos construye el camino hacia el clímax. Donde el protagonista no es la bomba, sino el quiebre del hombre.
Reflejando por sí solo temas de moralidad y ética, supervivencia y ego, vida y muerte. Haciéndote que te lleves preguntas al final de la trama…
¿Dónde termina el científico y empieza el hombre?
¿Dónde se separa realmente el creador de su creación?
En qué punto, tal cual como Víctor en Frankenstein, se da cuenta de lo que ha hecho y las consecuencias no solo para el colectivo, sino para su alma.
Tanto en Frankenstein como en Oppenheimer, la genialidad no impide el genocidio…
Si algo nos ha mostrado la historia, es que la visión del genio suele cegarse, en consecuencias, por la necesidad de darle vida a sus ideas. Hacerlas tangibles como obra de arte, hecho histórico, cambio evolutivo.
Paradójico, hasta irónico, qué personas tan inteligentes por voluntad propia anulan (cegados) la repercusión de sus inventos. Por necesidad, por no sentir culpa y frenar sus esfuerzos.
Aunque no pueden negar que aquello que crearon con tanto ahínco, aquello a lo que dieron vida, es justo lo que termina matándolos (literal o figurativamente).
Actos que se reflejan en la trama y a su vez, en lo no dicho en ella. Puesto que al contrastar los hechos reales, vemos dentro de la película una carencia a la hora de proyectar a las mujeres involucradas en este hecho histórico, de manera real. Debido a que tanto los personajes mostrados, como los que hicieron falta (científicas como Lilli Hornig), fueron pilares mucho más importantes de lo que allí se refleja.
Haciendo que giremos en círculo bajo el mismo tema, una ceguera elegida a la hora de poner por encima los deseos y visión del creador, ante la percepción real del impacto de su creación.
Lo que me trae de nuevo a Mary y su punto de encuentro con su obra, que a su vez refleja la relación entre creador y creación. Trayendo un escenario donde la muerte es enemiga, amiga y confidente. Donde el quiebre del alma sucede y trae consigo la genialidad, donde la mismísima muerte del ser da vida una vez más.
Reflejando a su vez, como nuestra visión y voz se combina con lo que consumimos y producimos para dotarnos de monstruos y herramientas para compartirlos. Tal cual como Mary en Frankenstein, donde a veces se deja ser el hombre trastornado por su obra y otras tantas el monstruo como producto de su naturaleza.
Así como Oppenheimer y su maravilla científica. Tal como el hombre y el silencio ensordecedor de la culpa que le rasga la piel.
Tal cual como un artista y la travesía (turbulenta, excitante, doliente, maravillosa) de dar vida a su creación.