Cuando no me entiendas
mírame bailar.

Escucha mis pasos sonar
y los silencios que se mecen entre ellos
y delatan quién soy,
en este momento.

Si me oyes apresurar el compás
es que estoy urgida de tiempo,
si me oyes pausar,
quedando atrás,
es que me cuesta moverme,
respirar.

Pero,
si me oyes palpitar
es que he conseguido anidar
en la sonrisa que me cuelga al bailar.

Cuando no me entiendas
mirame bailar.

Siente mi mirada,
ventana de mi alma,
expuesta y vulnerable,
fuerte e inquebrantable.

Porque al bailar,
solo soy arte sentido,
paréntesis sonoro,
espejo compartido.

Cuando no me entiendas,
mirame bailar.

Lee mis manos
y las entre líneas que dibujan
mi cuerpo, mis ojos, mi voz,
versos rítmicos que cantan
sobre quién realmente soy.

Porque al bailar,
SOY.

Arte, mujer, instrumento.

Mar alborotado,
terremoto vívido,
manojo de emociones,
catarsis y caos.

Amor, paz, odio y silencio.

Efervescencia contenida
miradas que gritan,
alas que no saben de imposibilidades,
puertas abiertas que descubren
infinitas realidades.

Porque al bailar,
también soy descubrimiento,
de quien fui, de quien está siendo,
de quién seré y de la vida que no fue.

Por eso,
cuando no me entiendo,
me miro al bailar.

Me escucho,
me leo,
me siento.

Dejo de temerle al tiempo
y abanico la soledad que suele inundarme,
no me pesa,
allí, me siento inmensa.

Allí, puedo ser
música y poema.

Sin importar el mundo,
el ruido
y las heridas en los pies.

Sin importar la edad,
la experiencia,
ni el origen,
ni él después.

Porque al bailar
puedo habitarme libre
y SER,
quien realmente quiero ser.