dialogo entre creadores

Como episodio de incontinencia verbal, me permito esta entrada un tanto diferente, la lectura va sobre la realidad y mis palabras sobre mi propia letraHace más de un año que empecé a compartir bitácora en este espacio, hace solo un par de meses que elegí volver al ámbito digital de los creadores. Y, sin embargo, aún sigo ensamblando piezas y quitando otras en esta reconstrucción de camino.

Porque volver a empezar, no significa empezar de cero. Porque elegir caminar, no te abstiene de tropiezos. Ni de encontrarte con encrucijadas que desafíen la cordura y convicción. Haciéndote cuidar cada paso, como si no hubieses aprendido ya, que en el error también se debe habitar.

| "Estamos hechos tanto de los escalones que nos sostienen, como de los vacíos entre ellos"

Supongo, además, que esa es la exigencia colateral del proceso creativo. Crear de la nada, imponer ideas propias ante dudas recurrentes, visionar el futuro, cuando el presente sobra de ruido.

Claro que, es la primera vez que busco hacerlo desde un punto de vista consciente, orientado al camino, no al objetivo. Para poder sostenerlo en el tiempo. Aspecto que lucha con mi tan acostumbrado sobre análisis, para pensar (solo lo justo) y accionar antes de que el miedo me paralice (una vez más).

Sí, miedo…

No tenemos miedo a crear, sino a enfrentar la exigencia creativa que viene a la par

Estamos tan acostumbrados a no hablar del miedo que sentimos, porque no compagina con el éxito. Sobre todo cuando nos hemos montado un rol de “profesional”/ aka: “Marca Personal Exitosa” /aka: “Tu experto favorito” o el “influencer” que ha dejado atrás a los creadores.

Solo cuando ya hemos alcanzado el objetivo, es que se nos permite ser anecdóticos. Sobre aquellos momentos en los que nos llegamos a sentir al borde de la locura, fracaso y sí, miedo.

Miedo a exponer esa parte de nosotros, a que nuestra idea fracase, a que no le guste a nadie, a lo que dirán y a lo que no. A no ser capaz de lograr lo que vimos al principio del camino, a no poder levantarnos cuando tropecemos, a salir de la zona de confort y exponernos una y otra vez. A quedarnos solos con los fantasmas y los escenarios hipotéticos de intentar aquello que nos aterra y emociona a partes iguales. 

Pero, la verdad es que, en este nuevo recuento de bitácoras, documentar el camino se ha vuelto un proceso en sí, de terapia. Hablar de lo que no se habla, cuando se tiene aún la incertidumbre del triunfo, cuando se duda cada dos días y se cuestiona cada decisión.

Porque eso justamente hace parte de la exigencia creativa, transitar a un estado de vulnerabilidad, ideación y exposición que nos hace enfrentar nuestra naturaleza y lo que ella arrastre (no siempre cosas buenas o sencillas de manejar).

Quizás, si nos lo permitieran(mos) más seguido, atenuaríamos las dudas de quien ha elegido este camino de apostar por sí mismo, en vez de seguir la corriente “prediseñada” de la sociedad. No me malinterpretes, no hay caminos incorrectos aquí, cada viaje se adecua a cada ser y eso también, está bien.

Pero, lo cierto es que, desde pequeños, nos tienen preparadas versiones del camino que “deberíamos” seguir. Nos educan para ello y nos hacen querer y desear las mismas cosas que todos para alcanzar la “felicidad”, la libertad, la estabilidad.

Nadie nos advierte de los caminos no dibujados…

También es cierto que nadie nos advierte de las calles donde que hay que habitar una y otra vez, antes de salir, de las opciones actuales y futuras “no preestablecidas”. Del rol de nuestra naturaleza y su propia forma de transitar, encaje en la sociedad o no. Del poder de nuestra voz, cuando la hemos descubierto, haciendo imposible seguir viviendo en silencio al compás de la melodía de otros.

Tiene que llegar las famosas crisis de los 40, ahora me atrevería a decir que de los 30, para preguntarnos hacia donde se nos va la vida y que tanto tiempo vamos a seguir solo apostando por sueños ajenos.

Para despegarnos de las definiciones y visiones que pensamos que eran nuestras y resulta que no. Que al mirarnos al espejo descubrimos razones, formas y caminos totalmente diferentes.

Y mientras, vemos a nuestros abuelos y vemos a nuestros hijos. Dos caras de la moneda en donde nuestra generación ha ejercido como punto de inflexión (transición) para servir de puente entre él antes y él después. Para entender la estructura educativa de antes y versionarla a las necesidades del “después”.

Claro que, este punto medio, cuesta …

Porque no es sencillo luchar contra las costumbres arraigadas en nuestro subconsciente y las previas definiciones del éxito que se siguen imponiendo. Junto a todas las exigencias, propias y ajenas, por hacer las cosas diferentes. Por redefinir conceptos y conseguir esa felicidad, estabilidad y libertad desde otra perspectiva y antes de llegar a destino… o mejor dicho, cambiar la palabra destino, por camino.

Pero, ¿cómo hacerlo?

¿Cómo sumarse a la ola tecnológica, social, cultural sin perder voz propia y a la vez hacerse escuchar?

¿Cómo ser compasiva con quien fuiste y lo que quieres?
¿Cómo permitirte quererlo todo, aunque entiendes que no ocurrirá al mismo tiempo?
¿Cómo subir él indicie de confianza propia y seguir apostando por aquello que solo tú ves?

Si algo he absorbido en este proceso de reconstrucción, donde aprendo y desaprendo cada semana, es los diferentes tipo de personas que coexistimos y a su vez lo diferentes que podemos ser como creadores, artistas o profesionales.

Cosa que, por momentos, me hace sentir aislada, sola. Porque no hallo camino en donde reconocerme, donde ubicarme…

Aunque saliendo de mi zona de confort, me he llevado a darme cuenta de que esto va de aprender a escuchar (a tiempo). Porque si indagas un poco, si aprendes a mirar, te encuentras a seres que pasaron (o están pasando) por caminos similares.

Pero, la pregunta igual ronda en mi cabeza: ¿por qué hay que esperar el documental de Netflix para enterarnos de lo complejo que es el proceso creativo?, lo que exige exponerse a quién crea.

¿Estamos listos para entender realmente lo que significa ser creadores?

Sin importar el rubro, existen las dudas, las exigencias, la dualidad y hasta la falta de fe que por momentos nos atraviesa, así no queramos admitirlo. Aislándonos por momentos, haciéndonos dudar de cada etapa, poniéndonos a prueba en cada paso.

¿Por qué el éxito exige lucha en solitario?

¿Por qué tanto miedo a crear y mostrar la esencia de nuestra creación?

¿Por qué nos cuesta tanto habitarnos humanos, como punto de encuentro?

Preguntas que giran ante la misma necesidad de convertir este aparente monólogo en una conversación entre creadores. Porque aunque siempre he defendido la teoría de que todos somos creadores, ahora he entendido que…

"Todos creamos desde lugares totalmente diferentes"

Por suerte, destino o razón, he navegado dentro de cada naturaleza y tomado decisiones a la hora de crear desde cada punto de partida. Desde mi arte, desde obtener resultados, desde la visión o impacto.

Sin embargo, sigo hallándome más de una vez perdida, cuando todas las partes de mí intentan acoplarse en la realidad, esta realidad. Llevándome, otra vez al mismo punto, la exigencia creativa y lo que influye la naturaleza de la persona, su historia, su forma de moverse, de crear, de construir camino.

Arrojándome a escribir muchas páginas, que nadie termina leyendo, empezar a idear proyectos que, por sentirme impostora, no termino dando vida. Despertándome en medio de la noche con escenarios idílicos donde ejerzo el arte como propósito, habitada en mi propia forma que a su vez ayuda a otros a crear su camino.

Porque dentro de la misma naturaleza del artista se encuentran nuevas ventanas para ver el mundo, formas, caminos. Siendo esto no exclusivo del arte, sino de aquellos seres dentro de todos los ramos que se mueven desde una visión creadora.

Aquellos que hacen historia, que crean movimientos masivos (de paz, de guerra), que descubren maneras de cambiar el mundo, que exponen la naturaleza humana, que dotan de emociones o formas de habitarlas.

Entonces, ¿por qué seguir negando(me) el espacio por… miedo?

Como si ya no me hubiese demostrado lo que pasa cuando atravieso el miedo (y abrazo que el agua también quema), como si no me hubiese tatuado como alma inquieta las posibilidades de mi naturaleza, como si no me hubiese liberado de todo aquello que a veces siento que aún me ata, en el arte de habitarme.

Como si alguien viniera a vivir mi vida por mí y mi voz fuese a ceder en algún momento…

Y no, la vida es mía y mi voz insiste en salir.

Entonces, ¿por qué no seguir intentando cambiar este soliloquio por un diálogo?

Conversaciones que permitan exponer lo que somos capaces de crear y a su vez la vulnerabilidad y acompañamiento necesario para transitar el proceso creativo.

Enfoques, no masivos, que respondan ante la verdadera naturaleza de cada uno. Para dotar de libertad a los creadores para explorar su obra, su camino.

Herramientas que ayuden a sostener y rentabilizar las creaciones, para poder seguir habitando la libertad de vivir realmente como creadores.

Seguimos…

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